Barranquiteño ilustre, excelente educador, artesano, humanista y padre ejemplar. Dotado de muchos talentos, y agradecido de Dios, los puso a la disposición de su comunidad.
Fue nuestra inspiración para hacer "las cosas bien hechas". Su capacidad y lucha para el trabajo y el estudio afloró en él a temprana edad. Su inclinación por las matemáticas lo llevó a convertirse en el mejor maestro de matemáticas que nuestro pueblo agradece y recordará siempre. Dedicó tiempo y paciencia en la educación de sus hijos y nietos. A sus nietos dedicó sus últimas energías para iluminar su entendimiento y aclarar sus dudas. Retirado ya, convirtió su hogar en salón de clases los sábados y domingos para ayudar a los estudiantes que lo necesitaban.
Su sensiblilidad ante el dolor ajeno suavizó su propio dolor físico cuando enfrentó su enfermedad en amor de Dios, en compañía de sus seres queridos y en paz consigo mismo, que sólo se tiene cuando se ha vivido en armonía con todo y se ha cumplido con los deberes de buen cristiano, buen ciudadano y mejor padre de familia.
Raúl, ¡cómo hubiésemos deseado tu presencia aquí esta noche! Aceptamos la voluntad del Padre que decidió llamarte hace un tiempo atrás. Hoy brillas en Su presencia y desde lo alto te rogamos bendigas a tu pueblito amado en Su nombre. Tu esposa Gladys, tus hijos Héctor Raúl, Gladys Raquel, Raúl Edgardo y tus nietos continuarán tu obra para que vivas eternamente en nuestros corazones. ¡Qué te ilumine la paz del Señor! (Tomado de Boletín Yagrumo núm. 18)
"Yo soy el planfetista de Dios; el agitador de Dios, y voy con la turba de estrellas y hombres hambrientos hacia la gran aurora..." Luis Muñoz Marín
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Con impresionantes caídas de agua, una flora y una fauna sin igual, el Cañón San Cristóbal nos ofrece un espectáculo digno de ser admirado.
Cascadas expectaculares, un árbol de Ceiba que sirve de puente natural sobre el río, son el escenario que compone este cañón.